Decir que una canción de Jacques Brel es emotiva, añadir que la interpreta en directo con la desesperación y la ternura de un profeta herido o un hombre enamorado[ii], o que recurre a la niñez como a un lugar que nunca deberíamos dejar atrás o un sueño del que no tendríamos que haber despertado para creer en la vida, es como no decir nada, probablemente estemos en un momento en el que descansamos de todos aquellos versos que nos mostraban su fragilidad, en el que no tenemos ningún interés en reconocer su valentía ni, por no saber de él, advertimos sus múltiples y llamativos errores, esos que brotaban por la mala costumbre de llevar el corazón muy por delante de la cabeza.
Fils d.. es una de esas canciones que se deslizan en la zona tibia de su repertorio pero muy cerca de sus grandes aportaciones y sus desgarros más convincentes. Aquellos que vamos un poquito más allá de "J'arrive" hemos aprendido a quererla y a quedarnos prendados de la sensibilidad a flor de piel de algunos de sus versos[iii], y la convicción anímica de su autor mientras los desgranaba haciéndonos pensar, erróneamente, que nunca más hollaría esas cumbres.
Yo no sé lo que significa el título, tampoco creo que tenga mayor importancia, estudié algo de francés para poderme dar la licencia de no entender algunas canciones y actuar como si las hubiera entendido. Como, en cierta forma, dije en el párrafo anterior; la niñez, junto al amor, la muerte, la denuncia de las buenas y de las malas costumbres, y la variable identidad del hombre libre cuando ya solo puede perder unas alas quebradas, fue un tema recurrente para Brel, así de repente se me vienen a la cabeza otras dos monumentos que se levantan sobre su recuerdo; L'enfance y Mon enfance.
Terminaría diciendo que alguna vez me pareció entender que decía algo así; "Por mucho que hayas sido un niño tierno, si actúas como si lo hubieras olvidado has acabado convirtiéndote en un hijo de…
He dejado a mi madre sola en la casa de nuestra
calle, ya siempre estaré acompañado por los fantasmas y las ruinas, el
Tobogán se desliza sin tregua hacia otro olvido en el que no se
reconoce, he amado en estos lugares que acabarán perdiendo el nombre y
sonrío detrás de una lágrima en la parte de atrás de una fábrica abandonada que
ayudara a levantar los ladrillos de nuestra decadencia. La Almadraba no volverá
a ser un barrio blanco, los comerciantes fenicios nos vendieron con los
primeros televisores; los que crecimos hollando sus orillas en el verano más
largo teníamos el mismo corazón abierto al viento sin importarnos de donde
venía, ahora somos comadres que sonríen en la fachada y tiran aviones de papel
envenenados cuando nos damos la vuelta, el dinero tiene un encanto subversivo
que hace que las anguilas maldigan el arroyo en el que nacieron. Había pobreza,
y los defectos inherentes a la naturaleza humana con la envidia ocupando un
lugar de privilegio, pero había dignidad ante la muerte y el olvido, no sé qué significa eso cuando la
comodidad se convierte en la diosa más implacable, resulta su sonido tan embriagador
cuando arrancas el motor de tu primer coche y piensas que nunca volverás a
sentir hambre de justicia por aquellos que se quedaron atrás y no encuentran su paso, cuando abandonas a aquellos a los que arrebataste hasta el último suspiro y ya no pueden caminar gobernando sus piernas.
Nadie me espera en una casa que perdió su aliento, no
puedo luchar contra el miedo, ni contra el dolor, ni contra hombres distintos
que son también mis hermanos aunque haya una barrera insalvable en nuestras
respectivas formas de interpretar el mundo y el papel que desempeña el hombre
en él; hay quien lucha contra Dios estando a su lado y quien lo hace contra
el destino con todas sus consecuencias.
Cuando Raimon grabó esta canción en 1967, España empezaba a
despertar al bienestar, a los que teníamos como única lengua el castellano nos
decían en el colegio que en España había solo una lengua, las demás eran dialectos, nos decían demasiadas
mentiras, pero sin pretenderlo decían algo cierto; la misma opresión nos había
hermanado y podíamos entendernos y denunciábamos el mismo Purgatorio tenebroso vestido con los ropajes de la Gloria aunque lo hiciéramos en
diferentes lenguas. La crítica profunda y melancólica al desarrollismo de
Raimon es la nuestra. Habrá quien quiera ver en esta postura un sesgo
reaccionario y es cierto que en algunos casos se han vertido proclamas
insostenibles en contra del progreso. Pero nada más lejos de la realidad cuando
algunas de las almas libres e independientes de nuestro tiempo se han
manifestado en contra de la modernidad simplemente diciendo o narrando lo que
ven, desentrañando una moral que nos esclaviza con las cadenas de nuestra libertad.
Pequeña, he
estado aquí antes, he visto esta habitación y hollado sus caminos. Sabes que
solía estar solo antes de conocerte.
(Leonard Cohen)
Gracias,
Leonard, por haberme dejado
escuchar el
gemido disperso en tus tormentas,
por haber resistido
en tu torre
de canción
apasionada
mientras
pasaban amantes y amigos,
y caían tantos
sueños que se creían eternos,
por las horas
que aliviaste el dolor de mi letargo
y lo meciste en
el viento con una rara elegancia
que aún brota
en el invierno de tus ansias de conquista,
en los campos
sembrados de espinas y alambradas
del amor y el
desengaño,
por haberme
hecho olvidar tantas veces con tu verso
el destino amargo, inexorable del poeta.
Desconozco la consideración literaria de Brassens o Brel en la Francofonía o la de Bob Dylan y Leonard Cohen en la
América anglosajona en estos días, solo el tiempo nos podrá decir donde estarán
sus poemas cuando les quiten la música y tengan que danzar sin acompañamiento, sin histrionismo sentido ni
luces de candilejas.
Yo no podré verlo casi con toda seguridad porque estaré discutiendo con
Plutón sobre el poder redentor de la música y la inmortalidad de los cuerpos
exultantes; la poesía ha sido expulsada a un lugar donde no existe la sonrisa,
pero no me cabe la menor duda de que ellos estarán ahí en lo alto cuando
transcurra el tiempo y se hable del nuestro porque no solo
escribieron con una calidad insultante sino que supieron extraer muchas de las
contradicciones intemporales del ser humano y las supieron encajar con emoción, belleza y autenticidad en la época que les tocó vivir.
Centrándonos en Cohen podemos observar que siempre se puso serio cuando
trataba con la palabra y la música y el misterio de su combinación, que, en la
genial y escalofriante variación del "Pequeño vals vienés" de Lorca
(Take this Waltz), tuvo un amago de depresión profunda, y es un poema
maravilloso que merecía la pena que se intentara transmitir a los nuevos muchachos
y lleno de una intrínseca musicalidad. Hace ya mucho
tiempo que descubrí que el arte no es entretenimiento, aunque lo pueda tener, y
que la poesía tiene muchos caminos, que este poeta es imprescindible porque
encontró el suyo mirándose hacia dentro como un pájaro que se arrastra en los
cables, como un borracho sereno que ha olvidado su nombre en un tugurio
portuario de una isla asustada que es la mía y llora su soledad en las noches
de levante y de zozobra.
Si yo hubiera pensado un poco más probablemente no habría escrito ningún
poema, me habría acordado de mi propia intrascendencia para la gente que puede verme, tocarme y transita por mis mismas calles con un libro de poemas bajo el brazo que nunca será abierto, me habría puesto
melancólico acuciado por los años que llevaba esperando un momento como ése;
estar a pocos metros de uno de los ídolos de mi lejana juventud y tocarlo con
la mirada.
Recuerdo que empecé este poema en el tren, el día anterior al
concierto, sobre los espacios en blanco de la última biografía de Cohen que se había publicado. Simplemente quise reflejar, en el lugar más oportuno, mi asombro y mi agradecimiento ante el
encuentro con uno de esos mitos que se mantienen a pesar de la inconsistencia
afectiva de un período precipitado a devorar a los ídolos y sepultar su memoria cuando se pierden sus canciones, insistí en su poesía porque en ella encontré la esencia de un hombre
que había vivido intensamente la verdad y la mentira, que había cantado al amor y a la desesperanza y llevaba continuamente
puesto un sombrero gris para evitar que se le viera el cabello canoso y ya
escaso. Un hombre que sonreía a su tristeza mientras hablaba porque, después de
tantas proposiciones deshonestas en el mundo de la fama, había comprendido que solo se había intentado
vender por una mirada sincera que traspasara un momento y alimentara la caldera de los recuerdos entre las palabras de ceniza dentro de un poema que hable de la única pasión que nunca muere.
Quedé sorprendido por la duración del concierto y por cómo se condujo sobre
el escenario en algunas canciones, aún lo veo agradecido a un país que le
transmitía hermosas vibraciones y tragedias; español era aquel artista
callejero que le enseñó una nueva forma de abrazar la guitarra y el poeta que
le había obsesionado hasta el punto de ponerle a su hija como nombre su
apellido. No podré nunca olvidar que se arrodillara al cantar “Hallelujah”,
allí, con setenta y ocho años y un pasado que no podría abandonar nunca aunque
lo había intentado, aunque tuvo que volver a la carretera y a los estudios arruinado
por su representante, consejera y, quizás, amante.
Volvió a recordar un repertorio cuyas mejores piezas tenían mucho tiempo,
era una suerte inmensa que fuera así, que rindiera un amplio tributo a sus
primeros escarceos en el mundo de la música, creo que intuía con la sabiduría
otorgada por una vejez esplendorosa que sus mejores versos serían recitados
cuando hablaran de este tiempo confuso entre la revolución marchita de las
flores y la Guerra del Vietnam, y de este mundo arbitrario que se arrastra
por los caminos atormentados de un pensamiento angustiado porque hierve la hipocresía que se muestra
ante los diferentes conflictos y regímenes políticos.
Aunque no cantó mi canción favorita; "Uno de nosotros no puede estar
equivocado", ésta no dejó de sonar para mí en las casi cuatro horas que
duró el concierto. Sí, también yo torturé el vestido que ella llevaba por el
mundo para olvidar. No hizo falta que la cantara para que yo sintiera como
sería ese momento, no me importa que casi todos la hayan olvidado, mi corazón
me dice que es un poema que habría que guardar en una urna.
Well my friends are gone and my hair is
grey
I ache in the places where I used to play
And I'm crazy for love but I'm not coming on
I'm just paying my rent every day
Oh in the Tower of Song.
Mis amigos se fueron y tengo el cabello
gris,
ahora sufro en los sitios donde solía jugar
y estoy loco de amor pero no lo alcanzo,
solo pago el alquiler cada día
en La Torre de la canción.
He llegado a la conclusión que la vida es
un milagro aunque no sea eterna, solo algunos hombres viven aunque en sus
ansias por disfrutar de la existencia muchos de ellos se equivocan y se
preguntan adónde fue la alegría antes de cerrar los ojos por última vez, sin
embargo la muerte no me parece un milagro ya que todos los hombres mueren
incluso aquellos que nunca estuvieron vivos.
Al contrario que los pensadores
que creen en la aristocracia me inclino a creer en la democracia aun
manteniendo un respeto por aquellos que hablan de una aristocracia moral o
intelectual. No veo ninguna forma razonable de establecer normas que nos
indiquen quiénes son los mejores, nos iguala lo terrible; el dolor, la soledad,
la muerte, nos separa aquello que anhelamos pero ponemos poco de nuestra parte
para llevarlo a nuestras orillas; la sensibilidad, la piedad, la
inteligencia, aunque sea algo que viene dado, no como es interpretada en el
dominio actual del hombre seguro y asertivo.
Leonard Cohen que había hablado
de mitologías en su primera juventud e hizo una magnífica recreación de la
caída de los dioses y de la fragilidad de los héroes que, en los tiempos
modernos[i], ya no buscan la gloria mirando lo que significa para
la moral de su pueblo y su necesidad de autoestima y autoafirmación ante la
historia; Roma se edificó sobre sonadas derrotas que, como ante los celtas y
los samnitas, pusieron en peligro su persistencia como pueblo distinto y
elegido.
Cohen advirtió con su llegada tardía y
meditada al mundo de la música que el hombre debía hablar de mitos, que no
debíamos recrearnos en la ruinas clásicas hasta el punto de cegarnos por el
resplandor de lo que pudo haber sido y no ver al hombre desconcertado que surge
de nuestro tiempo. El hombre que aún cruza las esquinas con un disco en el
bolsillo necesita hablar de Lennon, Dylan y McCartney aunque no los comprenda,
aunque el comportamiento público de algunos de ellos deje mucho que desear.
Probablemente casi ninguno de nosotros hubiera sido mejor que ellos de haber
tenido que enfrentarnos al monstruo que devora a casi todos los hombres que
tienen el privilegio de cruzarse en su destino, casi todos nosotros nos
acabaríamos arrojando desde el piso que ocupemos en la torre de la canción[ii].
"I lost my way,
I forgot to call on your name.
The raw heart beat against the world,
and the tears were for my lost victory.
But you are here.
You have always been here.
The world is all forgetting,
and the heart is a rage of directions,
but your name unifies the heart,
and the world is lifted into its place.
Blessed is the one who waits
in the travellers heart for his turning."
"Perdí mi camino,
olvidé invocar tu nombre.
El corazón prístino latía contra el mundo
y lágrimas fluyeron por mi victoria
perdida.
Pero tú estás aquí.
Tú siempre has estado aquí.
El mundo lo olvida todo,
y el interior es un torbellino de
itinerarios[iii],
pero tu nombre unifica el corazón,
y el mundo se levanta en su lugar.
Bienaventurado el que espera
en el corazón de los viajeros para que
vuelvan. "
[i] aquí hay que tener cuidado a la hora
de establecer dónde empiezan, y reconocer con amargura que aún no han acabado)
[ii] Viniendo de Cohen solo podemos
tildar de humildad la referencia que hace a Hank Williams.