El pintor miserable de tus calles
dibuja esbozos locos en tus lienzos.
1
¿Vale la pena vivir por vivir, ser pasado sin saberlo, despertar del sueño de la vida, convertirse en un asiduo de la barra de algún bar donde todos te sonríen y nadie te comprende, confesar que nunca rezaste por la muerte de una revolución, que te enamoraste de la sensación de volar porque siempre tuviste los pies en el suelo y aún te arrastras en tus propias huellas preguntándote donde está tu voluntad o el muchacho que fuiste?
Sabes, Laura, hablaré de Dylan como si le
conociera, ¿a quién le importa que un día me cruzara con la sombra de un judío
de Duluth? Alguna vez escuché en la playa “Acabó todo chica triste”
y me creí un tipo interesante, ya podía subir hasta mi casa, sin mirar atrás,
como si llevara una guitarra al hombro y la cabeza llena de melodías.
Ahora todo lo que queda es aguantar en las
trincheras, escribir acaso un cuento de amor con otros protagonistas para que
podamos creérnoslo, pensar que respirar es hermoso, que somos bocetos
irreflexivos dentro del cuadro que nunca hemos pintado.
Han pasado muchos años desde nuestro
primer encuentro, el mundo se ha ido alejando de nuestra capacidad de
comprensión, pero tú sigues moviendo la emotividad del amor en el recuerdo. Es
solo una canción, preciosa, eso sí, piensa que me gusta mucho, pero
no tengas en cuenta lo que dice, el poeta casi siempre se difumina y yerra,
pero lo que cuenta es la belleza que podamos hallar en sus equivocaciones.
(Conversaciones con Laura - 15/11/2014 - Publicado
23/11/2015)
2
Hablar de Bob Dylan, Fanny, siempre es un reto,
sobre todo si te conjuras para no recurrir a la leyenda. Empiezo a sentirme un
poco triste cuando percibo la conciencia que suelen tener los anglosajones de
encontrarse ante algo irrepetible y decirlo antes de que sea demasiado tarde y
a nosotros nos falta en el país donde los poetas lloran más y mejor, como decía
un tal Mariano José.
“It's all over now, baby blue” es una canción de
despecho en la línea de “It Ain't Me babe” (Ese no soy yo, niña) en la que
muestra una capacidad extraordinaria para encontrar metáforas imposibles y para
utilizar las puntas más afiladas de la belleza para devolver el daño que le han
hecho. La calidad literaria de esta canción nos recuerda las múltiples veces
que sonó el nombre de Bob Dylan como candidato al Nobel.
¿Qué falta le hace ese premio confuso y que
tantas veces nos dio la impresión de que se jugaba a los dados al único e
irrepetible trovador de Minnesota? ¿Cómo pueden unos estirados
suecos decantarse por alguien que con 25 años ya había demostrado que
experimentaba una agonía placentera cada vez que cogía la pluma para hablar de
amor?
Sí también yo creo que los pintores miserables
de cualquier calle suelen descargar su frustración dibujando bocetos
irreflexivos en las sábanas que compartieran con su última amante cuando nadie
les hace caso y comen una vez al día. Ya ves, la gitanilla que toca la
pandereta en el Harlem Hispano ha desplazado a esta chica triste en mis
preferencias, después de tantos años juntos, de mantenerse imperturbablemente
joven mientras yo envejecía. No me preguntes por qué, pero siempre he sentido
un impulso irrefrenable de alinearme, como ese Dios huraño y desconocido, al
lado de los que nacieron con un estigma en la frente.
24 de noviembre de 2014
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