jueves, 27 de julio de 2017

Fabrizio De André - Amores que vienen amores que van




     

Creo que nadie ha cantado en castellano como los italianos que desembarcaron en España en los años setenta; nos enamorábamos con aquel acento apasionado y susurrante que imitábamos torpemente al oído de una niña obnubilada en una sala de fiesta oscurecida que había cambiado las películas de Ford por las canciones de Claudio Baglioni  mientras fuera, en la calle, la Avenida de África se debatía entre el ruido de algún coche  y el silencio tenue de la luz de las farolas. Ya no cantamos al sábado por la tarde ni nos acordamos de aquel gorrioncito que tuvimos entre las manos, ya no intentamos encontrar el arco iris en los hilos del jersey de una muchacha que despierta al amor. Pero hemos aprendido en los labios de Pavese que de amor ya no se muere porque en los de Gianni Bella nunca nos lo creímos del todo mientras escuchábamos los gemidos de su  agonía sentimental.
     

He aquí que hace apenas tres días que conozco a Fabrizio De André, Anna envió su nombre gentilmente para hacernos partícipes a todos de la amargura exquisita de quien, entre un realismo irónico, herido y el romanticismo intemporal de los amores perdidos, desde un primer momento, nos da la medida inmensa de su corazón de artista irrenunciable.


Yo lo recogí como si fuera una flor consciente como era de que la mirarían pasar sin molestarse en aspirar su perfume verdadero y permanente, y ya sé que aquellos muchachos que fuimos y se encaminaban hacia una apertura política que llenaría de poesía la calle se perdieron algo grande, perdurable, hermoso... y la mayoría, embrutecida por la inconsistencia cultural de una fase más consumista y agresiva de nuestro tiempo, no se molesta siquiera en desenterrar a aquellos que nunca murieron  cuando esto último llegó a ser una norma en nuestra primera juventud.


      Fabrizio De André tenía la amargura poética de Dylan cuando arremetía contra la injusticia, la profundidad insondable de Cohen cuando hablaba de desamor, la ternura errante de Brassens cuando se enamoraba de una desconocida, la elegancia intelectual de Franco Battiato y el eclecticismo melancólico de Lucio Battisti.

6 comentarios:

  1. Hola Francisco. No sé qué edad tendrás pero por lo que hablás y por el estilo de tu sensibilidad, hablás igual que mi viejo. Él siempre decía cosas como las que vos decís, con ese idealismo mal herido con el que vos decís muchas cosas de las que te leo.
    Hablaba como desde otro corazón, al que el siglo terminó por arrasar.
    Estas reflexiones me hicieron sentir todo eso.
    Un abrazo grande!!

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  2. Umberto Eco aconsejaba en un ensayo que para hacer una tesis lo más importante era centrarse en algo tan concreto que, a ser posible, uno fuera la mayor autoridad del mundo en el tema que tratara mientras la hacía. Tengo una edad, 58 años, en la que uno tiende a decirlo a la menor oportunidad por miedo a que lo encuadren con una generación a la que no pertenece y le antecedió.

    Puedo hablar del Mayo francés, de la llegada del hombre a la Luna, de los asesinatos de John Kennedy y de Martin Luther King, de la Guerra del Vietnam… Pero sé muy bien que la mayoría de la gente de mi generación se ha olvidado de todo ello o se ha quedado con la imagen superflua que los identifica olvidando el aroma y la significación que estos acontecimientos tuvieron en su momento en su momento o en los años que les precedieron.

    En el fondo no se ha cambiado tanto en cuatro décadas, pero nos tenemos que ceñir a momentos concretos que para bien o para mal tuvieron una importancia capital dependiendo de cada país y su circunstancia en nuestro ámbito cultural, no debemos olvidar que no somos nosotros los que nos identificamos sino los que nos ven desde fuera y nos sienten distintos y no andan equivocados ya que pertenecemos a la civilización de la duda que aún no ha florecido en sus huertos.

    En España nos dolerá siempre, y algunos recordaremos con un aroma de encanto ser adolescente, encontrarnos con manifestaciones del espíritu de la Transición, propició que, incluso jóvenes con escasa titulación académica discutieran en los portales y en los jardines de Kafka, Unamuno o Hemingway, que se sintiera una satisfacción íntima por la concesión del Nobel a Vicente Aleixandre más allá de la órbita literaria o que, al fin, pudieran verse en las pantallas El gran dictador, Viridiana y Por quién doblan las campanas

    Uno sufre cuando encuentra algo verdaderamente bueno y se le ha escapado cuando pudo haberlo vivido en su momento, a pesar de que piense que básicamente es el mismo que el nuestro.

    Fabrizio De André personifica mejor que nadie la frustración que tengo por no haber tenido los ojos más abiertos, la culpa pudo haber sido de él mismo que incluso propició en muchas de sus canciones que los italianos no pudieran entenderle ya que eligió el dialecto genovés como vehículo comunicativo en muchos casos; un hombre con una amplia perspectiva sobre el mundo había elegido centrar sus mensajes en la gente que le era más cercana. Puede que no haya intérprete más original de Dylan, Cohen o Brassens ni un trovador más herido y realista cuando habla de la pérdida del amor, ni un humanista tan comprometido como Pasolini; aún hoy se gritan frases suyas en las manifestaciones en un concierto político tan desconcertante como el italiano.

    Gracias, Simón, tus comentarios siempre provocan reflexiones interesantes.

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  3. Yo no sé si vos creés en las coincidencias, Francisco, pero además de leer lo tuyo y hacerte mi comentario, leí esto:

    https://lamaldadaparente.blogspot.com.ar/2015/09/dandelion.html

    Dentro de la historia hay una reflexión del protagonista que se llama "Soy del '56". Dice exactamente lo mismo que decís vos en la respuesta que me das o si no exactamente, la idea que expresa es la misma.
    Esta conversación empezó porque yo sentí que hablabas muy parecido a mi viejo, que hoy tendría 59 años, pero la muerte lo agarró temprano.
    Creo que los tres hacen al pensamiento de la generación y los tres hablan desde ahí. Vos, el autor del link que te pasé y mi viejo.
    Dos cosas se han extraviado: los códigos y las ideas.

    Un abrazo grande!!

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    1. He leído, Simón, comentarios tuyos en los que hablabas de tu padre, y lo hacías con tanta vigencia, tanto sentido de actualidad evocando el pasado con la perspectiva de quien ha llegado a estos tiempos, que difícilmente podía llegar a pensar que ya hubiera muerto. Este entusiasmo con el que hablas de él dice mucho a tu favor y de tu propio padre que supo transmitirte el amor por el arte.

      He visitado la entrada al enlace que me has enviado y he quedado gratamente sorprendido, cualquiera diría que ambos nos habíamos leído anteriormente.

      Mi padre, aún vive y muestra una vitalidad más que aceptable a sus 87 años, aprendió a leer y escribir durante el servicio militar y difícilmente podía enseñarme lo que quedaba fuera de sus hábitos rutinarios; era de la mar, y a la mar aún se debe hasta donde le es posible. No creo sinceramente que pueda hablarme del Mayo francés, ni de la devastación de los colonialismo, ni del Berlín ocupado, ni siquiera de la Guerra del Vietnam o de Jacques Brel.

      Puedo sentirme satisfecho de mi formación cinematográfica, de la inmersión en el teatro televisado, de mi afición a los tebeos, de mi pasión por el deporte, pero todo ello vino dado a través de mi abuelo materno y uno de mis tíos.

      Creo Simón que te sorprenderá lo bien que encaja en nuestra conversación esta canción de la que te dejo el enlace.

      https://youtu.be/wSCUV7ysBbI

      Un abrazo.

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  4. Ya te digo, Francisco, por ahí no son casualidades sino causalidades. Habrá que esperar que la vida nos enseñe a dónde nos está llevando con este encuentro en la Red y a través del cual intercambiamos humanidad.
    Mi viejo murió muy joven o demasiado pronto. Vino a la ciudad donde vivo yo desde el interior muy interior de la república, un pueblo muy chiquitito, en una provincia muy pobre. Era hijo de zafreros que apenas sabían leer y escribir, así que como la juventud emigraba, él emigró también. Estudió de noche y trabajó de día, siendo un adolescente y después ingresó a la Escuela de Cadetes de la Policía de la Provincia, que era una salida laboral que le permitía seguir estudiando. Eligió ser bombero. Siempre tuvo una fuerte impronta social, supongo que por la pobreza en que se desarrolló su infancia. Entendía que estudiar era una solución y estudió. Llegó hasta la facultad y todo, de puro empeño y fue haciendo despacio una carrera, porque estudiaba, trabajaba y tenía a su cargo la familia que fundó con mi vieja.
    Creo que también lo hizo para aproximarse al status social de mi vieja, que era mejor que el suyo y no desentonar.
    Siempre me leyó y me hizo leer. Incluso me hacía leer libros para después discutirlos conmigo.
    Creo que su comportamiento era parte de esa juventud de la que hablamos, esa búsqueda inquieta, esos cerebros despiertos a lo humano que intentaban mejores sueños para todos.
    Un abrazo grande!!

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    1. Es una historia de superación, de desenvolvimiento tenaz contra los vientos contrarios, el mundo de las minas es considerado el más duro y vio claramente que él no quería pasar las fatigas que habría visto en sus mayores y que no quería para su descendencia. Creo que el mundo de la pesca daba más respiro y siempre quedaba la esperanza de estar a solas con el mar.

      Debes estar orgulloso de tu padre, de su determinación de abrirse paso en el mundo de la cultura y encaminar a su descendencia hacia esos pasos.

      Te envío un enlace que, quizás, puedas relacionar vagamente con lo que me cuentas.

      https://vampirosypoetas.blogspot.com.es/2017/01/el-hombre-que-recitaba-shakespeare.html

      Gracias, Simón, un abrazo.

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