martes, 25 de julio de 2017

Leonard Cohen - Harapiento ensayo general


Leonard Cohen se pone su traje gastado y lo plancha, con la misma delicadeza que los sacerdotes profanan la enseñanza de los profetas a la que reducen al rito, porque la vida le empuja a hacer un ensayo general de su propia decadencia moral, para hablar con un tono dolorido y asustado de la derrota incondicional y profunda contra el paso del tiempo. 
Como es su costumbre cuando quiere llegar a cualquiera que desee tocar su frente arrugada, las llagas de su costado, Cohen se rodea de palabras cotidianas, de imágenes cristalinas al alcance de todos los oídos que quieran verlas y tocarlas.
Pero a través de su sencillez expositiva y la claridad de su verbo crea un intrincado enigma que pone a prueba nuestra capacidad de razonamiento para demostrar que desconocemos lo que es de sobras conocido y a lo que no se ha hallado nunca una respuesta convincente; ¿Adónde va el amor cuando muere? ¿Por qué seguimos cantándole como si fuéramos un tenor tembloroso y perdido en los brazos del licor, arrinconado entre la nocturnidad de una parranda[i] y el dorado anonimato de los momentos que siempre se recuerdan porque en ellos hemos logrado vida cuando nuestras aspiraciones (sexo, dinero y poder) eran insignificantes? 
Una trascendencia hiriente que golpea los iconos de las equivocaciones recurrentes nos dirige a un paseo inquietante y purulento por las sombras del resentimiento y el dolor.
Ya nunca será el muchacho que soñaba a través de las canciones, nunca volverá a levantarse del suelo para transitar un pedestal en el que no podrá creer, cuando los astros se han apagado, después de haber odiado de todo corazón aunque fuera una sola vez; es el único pecado que cabe la posibilidad de que no tenga redención posible, ni siquiera basta el amor por sí mismo para que sonriamos como un adolescente embarcado en un romance placentero que no llegó a florecer pero deja la frescura de su aroma, la melodía de las canciones que escuchábamos para situar ese tiempo en la memoria. 
El cronista de los perdidos, el poeta de los desamparados, el amante lacerado por las alambradas y sus coronas, el hombre que tomó por la cintura a la tristeza para mostrarnos la injerencia en nuestras vidas del monstruo de cemento enamorado del desamor cotidiano, ese que ha creado los vestigios indelebles que surgieron del fracaso de las revoluciones y la llegada de un consumismo voraz, superficial y desordenado para alertarnos de la soledad de los mártires ante la incomprensión de los verdugos cuyos rostros aparecen con regularidad en las portadas de los periódicos, ante las encrucijadas dolientes de la avenida del alma, la fragilidad de los más grandes profetas ante un mundo que no ve aunque mira, que no escucha porque la multitud se apoderó del desierto de la indiferencia y grita más que nadie, ante la certeza empírica de que  la muerte nos encuentra siempre y la vida transcurre y pocas veces la hallamos para sentir aquello que hay de eterno en la brevedad de las lamentaciones cuando son verdaderas. 
El poeta sabe pocas cosas, pero expresa mejor que nadie la incompatibilidad entre la felicidad y la libertad, el poeta es un albatros pero hay escribidores de versos que permiten burlarse de Baudelaire[ii], manchar la pureza melancólica del Darío[iii] más inspirado.  
Pero apenas puede explicar, quizás porque no tiene cabeza ni sentido[iv], por qué busca la felicidad pero, en cambio, concentra todas su fuerzas en perder una guerra cierta cuando lucha agónicamente por ser libre. Los alemanes refiriéndose a los románticos de su país dirían que así de trágico es el destino del poeta. Cohen camina en esa estela, sabe que el fracaso genera angustia, pero también sabe que la gloria de los triunfadores es más amarga aún cuando se gestionan mal las mieles, cuando nos embriagan los laureles con el peor vino de mesa que siempre deja una resaca dolorida.
 Pocas veces el señor de los tristes se mostraría más turbio, pesimista y desesperado[v]. Pocas veces una estrella puede ser tan injusta con las tinieblas de su propio resplandor. Pasarán muchos años para que se comprenda que canciones de amor y de odio es un disco que podría haberse escrito hace más de dos mil años, Catulo[vi] es testigo de ello, y también en un futuro por muy lejano que fuere mientras el hombre sea capaz, a regañadientes, de mirar, aunque sea de soslayo, a sus propias entrañas y admitir que alguna vez no fue bueno y que llevara esa cadena para siempre en su expediente.
Solo el amor permanece decía Violeta[vii] ¿y qué podemos decir cuando,  con cualquier excusa peregrina, preferimos la persistencia del odio? 
     Leonard Cohen no estaba, en ese momento de su vida, después de dos obras deslumbrantes y la inquietud desconcertante de quien vislumbra una edad en la que el chico de oro siente miedo cada vez que mira los surcos de su rostro, palpa con los ojos su piel envejecida en el espejo, cuando decide publicar, echando todavía un vistazo al material acumulado durante años, un disco tan oscuro que solo sería superado por las ruinas de Berlín[viii] que vería la luz, por agarrarnos a un tópico, un par de años después.
 Pero Cohen no quiere recrearse en lo logrado, tiene una madurez insólita en el mundo de una música casi adolescente por entonces, ya que no pueden consolarle  los beneficios de plástico sin luz y la pérdida de caricias verdaderas inherentes a la fama mientras su juventud se consume sin remedio y para siempre, sino perseguir lo perdido aunque sea en la agonía, y las fuerzas le hayan abandonado.


Se había llenado de noche para buscar el día a través de la desesperación de las habitaciones que acogieron el deseo de unos cuerpos exultantes y los recuerdos siempre gratificantes del comienzo de una pasión. Nos podía hablar de amor porque había yacido en la cama con muchas mujeres de las que apenas había conocido cómo llevaban el cabello y cómo desgastaban un sujetador que no sostenía nada y lo inútil que son las suelas de los zapatos cuando nos llevan al infierno de las grandes ciudades que gritan la opacidad y la impotencia de los poetas callejeros a los que, probablemente, ni miraba cuando pasaba de largo ya que le asustaba pensar que ese destino, quizás, le estaba reservado mientras sonaba la campana. Pero se cruzó la muerte de un payaso melancólico en el camino. Ya no podría nunca más abrazar una guitarra española sin sentir escalofrío, ya tendría que hacer obligatoriamente su exégesis intransferible del "Pequeño vals vienés".
No tendría que sonreír cuando alguien le dejara tres dólares en el sombrero cuando le hubiera ofrecido el "Tennesee Waltz" que previamente le había solicitado para hacer que corriera una lágrima por las mejillas de una novia de alquiler. 




[i] Like a bird on the wire / like a drunk in a midnight choir / I have tried in my way to be free. Como un pájaro en los cables / como un borracho en una ronda nocturna / he intentado ser libre a mi manera.
[ii] El poeta es igual, allí sobre cubierta / sus alas de gigante le impiden caminar. (Charles Baudelaire)
[iii] El dueño fui de mi jardín de sueño, / lleno de rosas y de cisnes vagos; / el dueño de las tórtolas, el dueño /de góndolas y liras en los lagos..  (Rubén Darío). El poeta hispano-nicaragüense fue una buena persona que hizo cosas horribles que solo están al alcance de los perversos, quizás fuera su admiración desmedida por Paul Verlaine a quien superó de largo en eso de las rimas y de quien quedó lejos a la hora de esculpir barbaridades.
Bardem estuvo maravilloso cuando en “Lorca: Muerte de un poeta”, hizo que le brillaran los ojos al poeta granadino al evocarle.
[iv] Siempre he pensado que el Espantapájaros del Mago de Oz representa muy bien lo que significa ser poeta. Es algo parecido a cuando Rubén Blades nos explica lo que hace falta para ser rumbero, eso es, precisamente lo que le sobra al poeta aunque no sepa nunca el porqué. .
[v] Desde la pasión de Juana de Arco, a la muerte traumática de una locura de Avalancha y la infidelidad, por desgracia frecuente, entre amigos, Cohen nos muestra que no estaba dispuesto a hacer concesiones al hombre que dormía con él, ese que le había llevado a desconfiar de todo, empezando por el rostro que se burlaba de él cuando se miraba al espejo.
[vi] Es el poeta romano que mejor supo cantar al amor.
[vii] Lo dijo Violeta Parra en “Volver a los diecisiete”.
[viii] Berlín es el disco maldito por excelencia, demasiados inconvenientes tuvo que superar su autor; Lou Reed para lograr su aparición, tuvo que recortar dramáticamente la duración del proyecto. El cronista urbano siempre se sintió triste por la incomprensión que se tuvo por toda su obra, especialmente por la que le era más querida..




2 comentarios:

  1. Leonard Cohen, poeta, cantautor... poco puedo opinar, escribir sobre este gran hombre. Su voz rota y grave, su querer llegar hasta el epicentro del hombre, mover su mente hasta derrocar su aliento permanecerá través del tiempo. Creo que de un momento a otro, vuelve a nacer en otra persona...de repente, le escuchas, cada vez más atentamente, te envuelve , corres a saber quién es, quieres saber más... Su pequeño Vals, de Garcia Lorca, fue según Leonard Cohen su gran obra, la más difícil, si, Lorca no era fácil de comprender, como no era fácil adaptar su poema, así será Leonard Cohen, nada fácil, por eso será un grande.

    Un saludo, un placer leerte

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  2. Veo que estás bien informada de Leonard Cohen, es cierto que confesó que "Take this waltz" era la canción en la que había echado más horas en escribirla, que acabó con una depresión sin poder discernir si había estado a la altura de su Lorca admirado. Supongo que viendo el resultado pensaría que había merecido la pena tanto esfuerzo y tanta frustración en un proceso creativo del que no se vio dominador, de una obra maestra supo hacer otra, para mí la mejor canción de su primer resurgimiento.

    Por lo demás he dejado en esta página una de las canciones más emblemática de su primera y, para mí, mejor etapa y una versión de un clásico imborrable que publicó en 2004, en un disco del que se hablará cuando transcurra el tiempo.

    Gracias, Soledad, me alegro mucho de que seas tú quien inaugure el primer comentario en este blog.

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